En mis 18 años de vida siempre he sido una chica muy correcta, que cree en el karma, en hacer las cosas bien pero a la vez una chica a la que le encantan las aventuras, el mar, probar cosas nuevas pero siempre cuidando en no dañar a otro. Viví mis 17 años de vida basada en esa filosofía de hacer lo que quiera con tal de no herir al prójimo o a mí… Hasta que apareció él, llamémosle Juan.
Había tenido relaciones cortas con personas maravillosas. Todavía estaba en una cuando él llegó. Tenía 17 años y empezaba a trabajar en un call center como agente bilingüe y él tenía 25 y era uno de los trainers (o profesores -como les apetezca llamarles-). Mi primer día contestando llamadas fue frustrante, tratando de hablar con una mujer enfadada y en otro idioma y sin saber qué hacer. Levanté mi mano en busca de ayuda y él se me acercó. Le sonreí y le dije que como llevaba casi 30 minutos en la llamada ya el debería cogerla y él me dijo que no, que yo podía hacerlo. Al final la señora colgó y él se me acercó y me preguntó qué había pasado, le expliqué la situación y le pregunté si podía tomar mi descanso. Me dijo que sí, mientras no me fuera. Le sonreí y desde allí creo empezó todo.
Los días siguientes seguimos con las clases prácticas de cómo solucionar los problemas de los clientes y el siempre pasaba por mi salón y miraba. Una amiga y yo bromeábamos con que se le iban a desgastar los ojos de tanto mirar y teníamos la curiosidad de saber a quién era que buscaba.
Un día yo me acerqué a mi locker para sacar mis cosas y cuando levanté la vista me di cuenta que me estaba mirando. Le sonreí y me giré para irme cuando escuché que me llamó por mi nombre…’’Alex… ¿cómo te está yendo?’’ Me quedé allí como una idiota hasta que le respondí y él me llamó maleducada porque nunca lo saludaba. Desde entonces siempre nos saludábamos, nos hablábamos y entraba al salón nada más para ayudarme a mí cuando necesitaba algo. Me regalaba chocolates, cogía las llamadas cuando no debía cogerlas y un día me dio su número para que le hablara.
Desde ese día todo cambió entre nosotros. Empezamos a hablarnos diario, y a contarnos acerca de nuestras vidas. Yo no estaba bien con mi novio y al final él terminó las cosas. No estuve bien por unos días y él estaba allí para hacerme reír o para consolarme. Un día cuando nos íbamos a despedir me besó. Y de allí empezó nuestra relación amorosa.
Éramos como dos idiotas en el trabajo. Nos regalábamos miradas o vivíamos abrazándonos a escondidas. Me escondía mis cosas o me robaba mis aretes. Me encariñé de él y un día que habíamos quedado en vernos fuera del trabajo, lo llamé y me dijo que no podía porque estaba con su novia. Al comienzo no podía creerlo. Es decir, muchas veces me había molestado con que lo habían capturado o que tenía novia pero nunca estaba serio al decirlo y siempre me cambiaba el tema de conversación. Él sabía cómo era yo.
Llevábamos tres meses en tonterías en ese entonces y lo dejé por una semana. Llevaba tres años y cuatro meses con la novia. Pero al final, de verlo cada día, todos los días, y a pesar de todos mis principios y pensamientos, regresé a nuestras andanzas. Y entonces éramos dos amantes que se veían rara vez por fuera del trabajo y casi siempre en la azotea de su casa donde todo era mágico. Cuando estaba conmigo era conmigo y nadie más. Y yo sabía que todo estaba mal pero no podía detenerme. Con él había vivido cosas que con nadie más había vivido nunca y el todo lo hacía especial.
Empezamos a tener problemas por su ‘falta de interés’ en el sentido que nunca hacíamos nada diferente. Él decía que éramos amigos y que nos queríamos mucho, pero nunca salíamos, ni hacíamos nada que no fuera ir a la azotea de su casa.
Pasaron siete meses de estar en eso y un día me invitó a desayunar a su casa, que estaba sola ese día, y entonces ese día me entregué por primera vez completamente a él. Y fue maravilloso. Almorzamos juntos, dormimos, jugamos y al final cuando él se tenía que ir le pedí el favor que me abrochara el sostén y me dijo: “No, eso lo puedes hacer tu sola” y me dejó allí a cargo de las consecuencias porque no nos cuidamos. Me tocó ir a comprar las pastillas sola y el no apareció hasta tres días después que hice lo posible por ignorarlo en el trabajo incluso aunque compartíamos el mismo locker. Él bajaba a buscarme entre las personas y pasaba cubículo por cubículo buscándome disimuladamente o preguntaba por mí a mis amigas para ver en donde estaba. Yo no aparecía y llegó a mi casa. Hablamos, peleamos, lloré, le grité y entonces algo cambió con el tiempo.
Empezó a contarme cosas que no me contaba, y empezó a escribirme regularmente. Empezó a llamarme o a mirarme diferente y nos calificó de una forma distinta. Ya no decía que éramos amigos o se refería a cuando nos acostábamos a tener relaciones, decía cosas como estamos locamente enamorados, o tú me estás descontrolando toda mi mente y al momento de intimar decía que hacíamos el amor.
Me comenzó a visitar regularmente y me abrazaba como si fuera lo último que quedara. Un día hace dos meses quise, sin en realidad querer, dejarlo porque no me estaba valorando lo suficiente, no me estaba dando el lugar que me merezco y no me dejó hacerlo. Lloró y me dijo que no podía dejarlo, que no quería dejarlo y era cierto, no podía, ni quería a pesar de que me contradecía en lo que yo era. Esa noche me dijo que lo nuestro se acabaría cuando yo me cansara de él porque él nunca iba a ser capaz de dejarme. Y vamos a cumplir un año de estar en todo y nada.
En el encontré una parte de mí que me complementa, en el encontré lo que un poeta llamaría “tu alma gemela” y es que en mi concepto tu alma gemela no siempre va a ser perfecta, ni va a ser como tú la imaginas. Porque yo nunca imaginé que en una persona como el encontraría otra parte de mí y sé -y no es por alardear- que yo soy una parte de él.
Cuento mi historia no para pedir consejos, porque sé cuáles son los consejos que me darían pues los escucho de la boca de mis amigas todos los días. Cuento mi historia porque no es perfecta y porque así es la vida. No todo es color rosa, ni mundos imaginarios. Solo somos nosotros tratando de SER en un mundo donde muchas cosas giran en torno a fantasías. Yo sé que muchas cosas de las que he hecho no están bien, pero somos felices en lo que cabe ser feliz. Y al final es lo único que importa.