MI MUNDO SE DERRUMBÓ

Hace unos días pasó algo que me marcó mis días, pero para que entiendan debo contar toda la historia que viví referente a esa situación. Hace cuatro años atrás conocí una chica en el servicio militar por mera coincidencia. Eso fue un día en el cuál hacíamos prácticas de manejo de fusil estábamos formando en el patio de honor y nos ordenaron ir a sacar fusiles al furrelato. En ese momento no sabía para qué. Pero luego, cuando estuve formando para realizar el ejercicio manejos del fusil, me di de cuenta que había sacado un fusil sin bandolera (la correa que sirve para colgarse un fusil) y pedí permiso para ir a cambiar de fusil. En eso fui a cambiarlo, a mi vuelta encontré que mi lugar había sido ocupado, no tuve más que ir a formar atrás, en eso mandaron a la batería de damas premil y formaron detrás justo detrás de donde yo estaba.

Hicimos las prácticas y los instructores pasaban a corregir. Pregunté a uno si estaba bien la posición en la que sostenía el fusil, en ese momento escuché una voz que dijo: “Amigo… Amigo…”.
Giré sin mirarle el rostro: Sí, dime.
Ella: Está bien como sostengo el fusil.
Yo: Sí, sólo tapa con tus dedos el cortafuegos.
Gire al frente.
Ella de nuevo me habló dijo: “Amigo, amigo…”. Gire de nuevo no le mire aún y ella me dijo: “Amigo, ¿cómo te llamas?”.
Allí le mire el rostro directo a los ojos y le respondí: ¿Rodrigo y tú
Ella: Claudia.
Volví a mirar al frente porque había acabado el tiempo de autocorregirse.
Me quedé con esa imagen de ella mirándome y hablando.
Los siguientes días quise encontrarla para hablarle, conocerle, pero nos habían prohibido hablar con las damas. Siempre que estaba a punto de hablarle o cuando estaba a metros pasaba algo, nos llamaban o muchas cosas así que impedían el poder hablarle y así hasta que un día al salir de allí me encontré con ella en el transporte público. No dudé en hablarle. Me encantó como hablaba, todo de ella me cautivó. Pero aún más era completamente diferente a toda mujer que había conocido. Sentí que valía la pena intentar algo. Era más de lo que había soñado, nunca había tenido una idea de que existiese alguien así.

En ese tiempo yo tenía enamorada y ese día, en ese transporte público, a esa hora, tenía que encontrarme con mi enamorada. Yo, por ella, que era mi enamorada, nunca sentí más que pasión, era sólo pasión. Olvidé sin darme de cuenta que teníamos que vernos con mi enamorada y seguí hablando con ella hasta mucho más allá de donde tenía que quedarme… Ella me pidió que siguiera acompañando hasta más allá. Me despedí.
Mi novia y un amigo me habían llamado al móvil. En ese momento recordé la cita que tenía con mi novia. Fui lo mas rápido que pude. En mis pensamientos estaba Claudia, todo lo que había hecho que estuviera impactado.
Decidí terminar ese mismo día con mi novia porque con ella era sólo pasión, no la quería, no sentía más que pasión por ella. Llegué al encuentro. Ella estaba molesta, mucho, muy molesta. Caminamos, le pregunté cosas y ella me preguntó que si yo me sentía bien con ella. Bueno, sí me sentía bien. Seguimos hasta un poste de luz y allí le dije que no podía continuar con esa relación y hubo un silencio, un gran silencio hasta llegar a un parque. Allí le conté todo lo que pasaba lo que sentía y ella hizo lo mismo me confesó que se sentía miserable por mendigar mi cariño, se refería a la pasión, y así fue luego de un mes le vi con otra persona.
Así continúe buscándole a Claudia. No pude, fue difícil hasta que conseguí su número. Le mensajeaba, le dije algo de lo que pasaba y si quería comenzar a intentar algo, pero ella dijo que no, que apenas nos conocimos. Eso lo comprendí, pero debía hacer el intento. Me había enamorado de ella.
Terminando el servicio me fui de esa ciudad, en parte por que me parecía imposible alguna posibilidad de comenzar una relación. Dejamos de hablar por un tiempo. Cuando volvimos me empezó a contar cosas. Un día le conté que ya no estaba en esa ciudad, que ahora vivía en otra. Con eso recordé todo lo especial que era, se volvió única y de nuevo desapareció de mis días. La extrañé con todo mis días y mis noches en soledad.
Pase una situación muy mala por lo de mis sueños de la carrera que quise hacer en mi país. Luego encontré algo de información sobre la legión extranjera francesa. Inmediatamente busque sacar visa para ir allí, pero no reunía los requisitos más que todo económicos por mi edad. Mis padres no querían apoyarme en esa decisión. Me metí a estudiar francés, pero antes mi familia se opuso que lo hiciera. Me quise morir. Nada salía bien en mi vida y estaba en entera soledad. La única compañía era un ratón que venía cada noche a mi cuarto. No le maté por que era lo único. Suena gracioso, pero por no matarle me invadieron ratones y tuve que matarlos. Luego adopté a mi gatita. La rescaté de la calle. Le había pasado un auto por la cola. La cuidé, me hizo compañía…
Por fin aceptaron que estudiara francés y me me encantaba. Justo uno de esos días pasó algo en ese lugar donde estudiaba, algo que me pasó en el otro lugar donde quise estar. Ese lugar que soñé fue tan duro que nadie apoyé y que me pasen cosas así. Llegó un día en el cual me tomé una aspirina y estuve apunto de abrirme las venas. Sabía como hacerlo para descargarme y no sólo lastimarme.
Justo allí recordé todo. Vi a mi gatita. Se acercó a mi como si supiera que lo iba a hacer. Caí en llanto, dejé a un lado el Gillette y me fui a la calle a caminar.
Pasaron días y no podía ver cosas con filo. Quería hacerlo. Así llegó un SMS en una noche. Era ella. Me cambió mis días. Cambió todo eso. Desde aquel día, ella estaba casi todas las noches. Me contó mucho de ella. Le empezó a tomar un gran cariño. Me sentía tonto por haber intentado suicidarme.
Cada día creció mas ese cariño. Esperaba que llegara la noche para poder charlar con ella. Mis días seguían siendo malos, pero todo era diferente con ella. Bueno, luego ya me había enamorado perdidamente de ella. Corrió mucha tinta y notas de guitarra. Porque no podía decirle lo que sentía, creí que ella me diría lo mismo de la primera vez. Así tantas cosas más que podría escribir, pero lo omitiré.
Ella vino a mi ciudad para un fin de año. Fue hermoso. Me devolvió mi sonrisa. Me dolían las mejillas de tanto sonreír y no había más aparte de los dos. Allí quise robarle un beso pero no quería que se molestara. Quise tomarle de la mano, pero no lo hice. El último día que nos vimos en esa ocasión, ella tomó distancia porque creí que tuvo miedo que yo le besará, eso creo.
Llegamos hasta este año, donde me dijo que se había enamorado de mí, que me quería y mucho. Me dejo como estatua, pero me sentí muy alegre, feliz. Pasaron meses así hablando. Pensaba en hacer un traspaso a una universidad de su ciudad, pero aún había cosas que tenía que hacer aún.
Fui a mediados de año. No pudimos hablar muy bien, no tenía tiempo. Eso me decía. Quise decirle muchas cosas, pero ella sólo quería hacer lo que le gustaba. Bueno, se puso tan fría… Ocultaba algo.
Volví a mi ciudad. Dejó de decirme que me quería. Dejó de hacerlo. le pregunté por qué. Ella no fue muy clara.
Pasaron así cuatro meses. Hablábamos de vez en cuando porque me dijo que estaba en problemas económicos, no tenía crédito para su móvil. Me dijo también que no quería sentir nada por nadie y que no quería perder mi amistad. Pasaron así los meses. Me deprimí profundo. Ya no rendía académicamente, tenía ansiedad a que la noche llegue por que ella ya no respondía me pregunté mil veces por qué.
La noche ahora era la peor parte de mi vida. Dije a mi familia que iría al psiquiatra. Ellos se opusieron, querían que fuera al psicólogo. Al fin y al cabo convencí para ir al psiquiatra, le conté lo que sentía, pero tuve que mentirle para que no me remitiera al psicólogo. Le dije todo lo que presenta alguien con trastorno límite de la personalidad, me recetó el mejor de los antidepresivos y ansiolíticos. Me ayudó eso a sobrellevar eso. Dejé de tomarlos.
Me di cuenta que había conocido el verdadero amor. Me llena aún de felicidad algo inmenso. Ella me lo había hecho conocer. Es lo más real que viví y vivo tanto como el sufrimiento que también paso.
                              
Hace unos días me habló y le dije que me ocultaba que hace tres o cuatro meses está saliendo con alguien. Mi cuerpo comenzó a temblar. Me había mentido. No sólo en eso, también me confesó que casi como ocho meses ya no sentía lo mismo por mi. Le pregunté por qué seguía entonces diciéndome que me quería y sólo yo le gustaba. No dijo nada al respecto. Le pregunté por qué me ocultó lo que le pasó, que encontró a alguien más, respondió. Que tenía miedo de que no le vuelva a hablar.
Me contó o hizo recuerdo de él. Me había contado de que había alguien que le gustaba aparte de mí hace casi dos años. Me mintió todo este tiempo y no sólo con eso con mucho más lo deduje y creo que hasta su cariño era falso. Me duele que todas sus mentiras me hayan hecho seguir. Me contó sobre los besos y abrazos que le da, que se siente bien. Me cuesta ya ver a las parejas por la calle. Una de estas noches salí a correr 15 km sin descanso y mis lágrimas no se notaban por el sudor. Mi mundo, esa realidad, se derrumbó. Asco de vida.